Cuenta la leyenda que Sant Jordi salvó a la princesa de la muerte matando al dragón y que de la sangre que salió de la herida brotó una rosa. Algo parecido sucedió en el Santiago Bernabéu con Leo Messi en el Clásico que podía hundir al Barça o darle esperanzas de cara a la Liga. El argentino cogió las riendas del partido y decidió un encuentro muy abierto que podía haber caído de cualquiera de las dos partes.
En Cataluña, el día 23 de abril se regala, a parte de una rosa, un libro. El mismo día, Messi escribió de su puño y letra el mejor final de Liga que se le puede regalar a un culé. Un partido colosal en el que jugó por dentro, desde el extremo, bajó a recibir y fue un auténtico quebradero de cabeza para el Real Madrid. Si ante la Juventus le faltó precisión, frente a los blancos le sobró y, no solo por sus dos goles salvadores.
Entre líneas fue letal y provocó la tarjeta amarilla a Casemiro, el hombre que equilibra al Madrid; y la roja de Sergio Ramos. Messi también fue uno de los jugadores que más veces intervino en el partido; eso sí, muy por detrás de Sergio Busquets que merece una mención especial en el encuentro. La prueba más evidente del partido del ’10’ son las declaraciones que Luis Enriquehizo tras el encuentro en los micrófonos de Movistar+, donde se rindió a su mejor hombre: “Leo Messi es definitivo hasta cuando está en su casa cenando. Comparar a Leo Messi… Es el mejor de todos los tiempos y he visto mucho fútbol. En esta época en la que toda la gente esta mejor preparada psicológicamente, físicamente, tácticamente, él marca las diferencias y hoy ha hecho su gol 500. Es un gran placer tener a Leo Messi como un culé más desde siempre”. Para acabar añadiendo que parte de la historia importante del club azulgrana, “se la debemos a él”.
Messi saltó al terreno de juego con el semblante serio y decidido a escribir una nueva página gloriosa en su libro de hazañas. Le faltaba una, la de marcar en el 92 en el Bernabéu y con su segundo tanto dio esperanzas a un equipo que no bajó los brazos ni después del empate de James Rodríguez en el 85. Messi mató al dragón justo cuando más lo necesitaba su gente y su imagen enseñando su camiseta a la grada va camino de convertirse en leyenda, la leyenda de un genio.