Ellos solo ven amarillo donde ellas perciben ámbar y topacio. Y no es por el nombre. Según un estudio, el ojo masculino distingue «peor» los colores



Empecemos con algo fácil. ¿De qué color es el intermitente de un coche? Con esta simple pregunta podemos iniciar el debate del siglo. La respuesta de un hombre puede alternar del naranja al amarillo, ya que ni siquiera entre ellos se pondrán de acuerdo. Pero, será la mujer la que acierte al asegurar que es ámbar. Ella será la que lleve la razón, porque así lo establecen los estándares que marcan los valores colorimétricos reglamentarios de las luces vehiculares. Ellos se enfadarán, dirán que es porque ellas se inventan nombres de colores y darán el asunto por zanjado.
Y lo mismo sucede con los otros 115 tonos de amarillo y 45 de naranja. Los hombres no perciben topacio o lima, ven amarillo. Ni tampoco zanahoria o teja, sino naranja. No es el único ejemplo. Existen 111 tonos de azul, 105 de rojo, 100 de verde, 67 de blanco o 50 de negro, pero ellos solo verán azules, rojos, blancos y negro. Alegarán que las mujeres se sacan los nombres de la chistera, como por arte de magia, y que es mentira eso de que son capaces de distinguir el cian del celeste, el bermellón del burdeos, el caqui del verde pizarra, el blanco roto del perla, o el ébano con el negro betún.
Sí, se rasgarán las vestiduras echándoles a las mujeres la culpa. Sin embargo, existe una razón científica que explica por qué el bando masculino solo observa un tono de rosa cuando hay 50. Israel Abramov, profesor de psicología del Brooklyn College de Nueva York, expone que los ojos masculinos y femeninos no ven lo mismo porque su visión es diferente. «Al igual que con otros sentidos, como el oído o el olfato, existen diferencias entre los sexos en el sentido de la vista», asegura Abramov. Según este estudio, a un hombre el naranja le parecerá más rojo que a ellas, o percibirán la hierba de un verde más amarillo. Estas diferencias explicarían por qué les cuesta combinar los colores a la hora de vestir.
Con la cuestión genética por delante, lo cierto es que hombres y colores no se llevan de todo bien. Tanto es así que está demostrado que el daltonismo -dificultad para distinguir tonos como el rojo y el verde- afecta al 8% de los varones frente al 1% de las mujeres.
Todo parece indicar, por tanto, que la culpa no es de los nombres sino de la propia biología. A su favor hay que decir que, es cierto, a veces, la forma de citarlos viene marcado por convenciones internacionales no racionales. Pensemos en el púrpura. Los alemanes señalarán que se trata de un tono rojizo mientras que el resto de europeos apuntarán a uno más violeta. ¿La razón? Originariamente, el púrpura era más violeta, pero en Alemania se decidió cambiar el nombre al tono más rojo.
Quitando esta anécdota de tipo geopolítico, parece que va a ser cierto eso de que los hombres no entienden a las mujeres, y viceversa. Aunque puede sonar a frase hecha, ahora existen razones de peso para darle la razón, a ambos. Y es que, al final, todo depende del color -y de los ojos- con los que se mire.