sapoliso
20/07/2013, 04h26
Después de una exploración rutinaria en el oído, le detectaron un tumor en la carótida y sin tiempo para digerir ese golpe de realidad, entró al quirófano como si bajase a tomar un café. Después de varias horas de anestesia, al despertar, todo había salido bien, así que se reincorporó al trabajo a los 18 días de ser operado, cuando hay pacientes que pasan de baja hasta unos 18 meses. Su único deseo, agradecer el cariño recibido, consciente de que lo que hoy es importante, mañana deja de serlo. Contra esa enfermedad, cada día es un triunfo. Ingrid Bergman dijo en cierta ocasión: ‘El tiempo se acorta, pero cada día que reto a este cáncer y sobrevivo, es una victoria para mí’.
Así, día a día, retando y sobreviviendo, Tito Vilanova fue venciendo. Desde la serenidad y la naturalidad de un tipo de pueblo que asumió un doble desafío: liderar un vestuario de un equipo grande con mano izquierda mientras combatía una enfermedad terrible. Nunca tuvo miedo al banquillo del Barça. Al lado de que había pasado, era un simple juego de niños. En su caso, siempre lo pareció, porque conquistó a equipo, directiva y afición desde la sencillez. Su receta: retroceder nunca, rendirse jamás.
El pasado diciembre, los médicos le comunicaban que había recaído de esa angustia difusa en forma de enfermedad. Fue volver a empezar, volver a combatir. Y volvió. Otra vez. Para agradecer tanto cariño y ganar una Liga. Su campeonato. Ahora, las pruebas médicas desaconsejan que siga ligado al primer equipo y se ve obligado a abandonar su gran pasión, el banquillo. Su resistencia volverá a ser puesta a prueba. Nuevo mazazo para familia, jugadores y club. Otro desafío para él. Volver a luchar. Nadie golpea más fuerte que la vida, pero hay que soportar los golpes sin dejar de avanzar. Sólo así es como se gana.
Ante la adversidad, balas de cariño. Es un golpe durísimo para el Barça, pero se levantará para sobreponerse. Ahora, haciendo buenas las palabras del presidente Rosell, ‘las personas son lo primero’. No importa el fútbol, sólo la persona. La de Tito, alguien que, como miles de héroes anónimos que combaten contra la fatalidad, pelea por su vida. No importan los títulos, ni las victorias, ni siquiera el balón. Sólo la persona que tendrá que volver a luchar, con espíritu renovado, dispuesta a estar en pie de guerra contra la enfermedad invisible. Puede que el tiempo se acorte, pero como decía Bergman, cada día que Tito rete a ese cáncer y sobreviva, significará una victoria. Y en esa batalla, como reza el himno del Liverpool, Tito no tendrá que temer, porque nunca caminará solo.
Así, día a día, retando y sobreviviendo, Tito Vilanova fue venciendo. Desde la serenidad y la naturalidad de un tipo de pueblo que asumió un doble desafío: liderar un vestuario de un equipo grande con mano izquierda mientras combatía una enfermedad terrible. Nunca tuvo miedo al banquillo del Barça. Al lado de que había pasado, era un simple juego de niños. En su caso, siempre lo pareció, porque conquistó a equipo, directiva y afición desde la sencillez. Su receta: retroceder nunca, rendirse jamás.
El pasado diciembre, los médicos le comunicaban que había recaído de esa angustia difusa en forma de enfermedad. Fue volver a empezar, volver a combatir. Y volvió. Otra vez. Para agradecer tanto cariño y ganar una Liga. Su campeonato. Ahora, las pruebas médicas desaconsejan que siga ligado al primer equipo y se ve obligado a abandonar su gran pasión, el banquillo. Su resistencia volverá a ser puesta a prueba. Nuevo mazazo para familia, jugadores y club. Otro desafío para él. Volver a luchar. Nadie golpea más fuerte que la vida, pero hay que soportar los golpes sin dejar de avanzar. Sólo así es como se gana.
Ante la adversidad, balas de cariño. Es un golpe durísimo para el Barça, pero se levantará para sobreponerse. Ahora, haciendo buenas las palabras del presidente Rosell, ‘las personas son lo primero’. No importa el fútbol, sólo la persona. La de Tito, alguien que, como miles de héroes anónimos que combaten contra la fatalidad, pelea por su vida. No importan los títulos, ni las victorias, ni siquiera el balón. Sólo la persona que tendrá que volver a luchar, con espíritu renovado, dispuesta a estar en pie de guerra contra la enfermedad invisible. Puede que el tiempo se acorte, pero como decía Bergman, cada día que Tito rete a ese cáncer y sobreviva, significará una victoria. Y en esa batalla, como reza el himno del Liverpool, Tito no tendrá que temer, porque nunca caminará solo.