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sapoliso
06/07/2013, 05h45
A cada crítica, reproche y fatalidad, respondió con silencio, trabajo y goles. Nadie podría asegurar qué habría sido de Gonzalo Higuaín de haber marcado todas esas ocasiones que sus detractores siempre le echan en cara, pero nadie podría negar su carácter para revertir las críticas y crueldades que ha tenido que soportar durante años. Más ético que estético, más vibrante que plástico, más guerrillero que preciso, siempre peleó hasta el último aliento, a la tremenda, persiguiendo lo que creyó merecer. Su trayectoria en el Madrid fue una carrera de obstáculos. Soportó la odiosa comparación con el mejor delantero centro de los últimos veinte años ( ‘Igualín que Ronaldo’), cambió los pitos por aplausos, peleó contra su estigma de ser un delantero de fogueo y superó la fatalidad tras recuperarse de una gravísima lesión. Su vida en el Madrid nunca fue fácil. Envuelto en espirales de pitos, murmullos, sospechas y reproches, siempre tuvo respuestas para anotarse triunfos personales en forma de aplausos, ovaciones, goles y rendimiento.

Epicentro del debate mediático con Benzema, la apuesta personal del presidente, Higuaín siempre se sintió el lado más débil de la pareja. Incluso a pesar de que Mourinho inventase un sistema de cohabitación de ambos, donde los dos alternaron titularidad y suplencia, una competencia que revitalizó al equipo. La fórmula no acabó de cuajar al año siguiente y el argentino ambicionaba más minutos y más partidos. De hecho, estuvo a centímetros de marcharse, de no haber mediado Mourinho, que ponderó su temporada y remitió a su cláusula en caso de venta. Más decisivo si cabe que la palabra del técnico fue el plebiscito del Bernabéu, que premió su esfuerzo con una ovación en forma de reconocimiento. La grada gritó para que se quedara y el argentino accedió. Quería demostrar, de una vez por todas, que si podía ser el 9 de Argentina, podía ser el 9 del Real Madrid. El paso del tiempo no colmó sus aspiraciones. Y el club, tampoco.

Consciente de que el club no le otorgaba el estatus que la grada le reconocía sobre el campo, y harto de que su nombre, verano tras verano, por insondables misterios, apareciese siempre en la lista de bajas y traspasos para hacer caja, Higuaín decidió tomar la iniciativa. Así que, después de la final de Copa ante el Atlético, dejó para la posteridad una frase lapidaria: ‘Me quiero marchar. Quiero jugar donde me quieran de verdad’. Una declaración de intenciones de quien siempre tuvo buen cartel en Inglaterra o Italia. Dicen que en la vida, una de las cosas más difíciles de aprender, es saber qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar. Higuaín, muy a su pesar, ha decidido quemar el puente del Real Madrid. Sólo el tiempo dirá si acertó.