sapoliso
08/06/2013, 11h05
Bielsa deja el banquillo del Athletic y el público no sabe realmente por qué. El presidente sostiene razones deportivas e institucionales. Lo hace tras llamar a consultas a diferentes estratos del club. En esa presunta ronda de opiniones no figura la plantilla, el mejor activo del club y el colectivo que ha convivido con su entrenador cada día. La decisión del adiós de Bielsa se toma por unanimidad, pero sin explicaciones. En el debe del 'profesor', haber gestionado mal esta campaña, colisionar con algún jugador o aquel episodio censurable cuando perdió los nervios con el empleado de la famosa obra. En su haber, dotar al equipo de una identidad propia, devolver al club el prestigio perdido durante lustros y alcanzar dos finales con ‘Los Leones’.
Abrazado a su personalidad obsesiva y su culto por el trabajo desde la honestidad, Bielsa, alquimista de fútbol, reingresó al Athletic al lugar de donde jamás debió haber salido: a ese orgullo de ser un club diferente. Bielsa se marcha del Athletic con menos explicaciones de las que se dieron para avalar su fichaje, tan discutido como acertado. Hay quien evidencia un desgaste progresivo entre institución y entrenador. Conviene señalar que trabajar con Bielsa no es un crucero de placer y que mantener la intensidad que exige tampoco es sencillo para los jugadores. Ahora bien, sus méritos multiplican sus errores. Y esa cuestión colisiona con la decisión de una directiva que obvia la opinión de los jugadores y pone sordina a la grada, que dedicó a su entrenador con un grito al viento: “¡Bielsa, quédate!”.
Metódico, honesto y autocrítico, Bielsa deja una estela de respeto. En números, una temporada triunfal y otra mediocre. En sensaciones, dos cursos de sinceridad y de disertaciones demasiado profundas para un periodismo que se mofa del que sabe para abrazar el tópico común, el ruido mediático, el palo y la zanahoria. Se va el hombre que no supo gestionar el éxito, pero sí la adversidad. Se va el tipo que rechaza la profesión de periodista tanto como desprecia la de entrenador. Se va alguien que lleva su verdad allí donde la quieren escuchar: "El mundo del fútbol cada vez se parece menos al aficionado y cada vez más al empresario". Se va Bielsa, se queda el presidente que se colgó la medalla de contratarle. Se marcha el que siempre quiso explicar todo, se queda el que no quiere explicar nada.
Abrazado a su personalidad obsesiva y su culto por el trabajo desde la honestidad, Bielsa, alquimista de fútbol, reingresó al Athletic al lugar de donde jamás debió haber salido: a ese orgullo de ser un club diferente. Bielsa se marcha del Athletic con menos explicaciones de las que se dieron para avalar su fichaje, tan discutido como acertado. Hay quien evidencia un desgaste progresivo entre institución y entrenador. Conviene señalar que trabajar con Bielsa no es un crucero de placer y que mantener la intensidad que exige tampoco es sencillo para los jugadores. Ahora bien, sus méritos multiplican sus errores. Y esa cuestión colisiona con la decisión de una directiva que obvia la opinión de los jugadores y pone sordina a la grada, que dedicó a su entrenador con un grito al viento: “¡Bielsa, quédate!”.
Metódico, honesto y autocrítico, Bielsa deja una estela de respeto. En números, una temporada triunfal y otra mediocre. En sensaciones, dos cursos de sinceridad y de disertaciones demasiado profundas para un periodismo que se mofa del que sabe para abrazar el tópico común, el ruido mediático, el palo y la zanahoria. Se va el hombre que no supo gestionar el éxito, pero sí la adversidad. Se va el tipo que rechaza la profesión de periodista tanto como desprecia la de entrenador. Se va alguien que lleva su verdad allí donde la quieren escuchar: "El mundo del fútbol cada vez se parece menos al aficionado y cada vez más al empresario". Se va Bielsa, se queda el presidente que se colgó la medalla de contratarle. Se marcha el que siempre quiso explicar todo, se queda el que no quiere explicar nada.